miércoles, septiembre 16, 2009

La política como herramienta de transformación



La riqueza de una vida cualquiera está dada por sus multifaces. Cuantas más actividades seamos capaces de disfrutar, mayor será nuestro provecho de la vida. Entre las tantas cosas a las que dedico mi tiempo se cuenta la política. Asumo que esto debe ser una sorpresa para muchos de los lectores de este blog, puesto que no suelo escribir sobre el tema aquí. Por lo general me reservo otros espacios y soportes para hablar sobre este tema tan incómodo para la mayoría de la juventud. Pero hoy tengo ganas de escribir sobre algo muy básico: por qué hago hago política.
Pero antes de seguir con esto, dame play.



El concepto política es muy complicado. Como estudiante de Ciencia Política puedo afirmar que cada autor, cada teórico, lo define diferente y según su propia perspectiva. Cada uno trabaja con la definición que cree correcta. Y en mi caso, como futura politóloga y como militante, entiendo a la política como una herramienta de transformación.

Vivimos en un país enorme y dividido por mucho más que ríos y meridianos. La realidad de nuestra sociedad y nuestro pueblo está partido en dos: mientras algunos son dueños de riquezas incalculabes y derraman litros de leche en las rutas protestando porque quieren tener más, otros corren carreras en basureros por encontrar algo más que la nada. Nuestra realidad es dolorosa e injusta, a pesar de que nosotros no seamos las víctimas más crudamente afectadas por la catástrofe de la desigualdad social.

Hay un momento en la vida de todos en los que esta realidad nos golpea en la cara aunque no la querramos ver. Los nenes descalzos en el subte repartiendo estampitas a cambio de miradas desviadas e incómodas, los adultos revolviendo la basura de Barrio Norte en búsqueda de cartón; quien niegue haber visto estas imágenes está ciego de negación. Y yo me niego a acostumbrarme a estas visiones. Me niego a que me sea cotidiano ver a una persona dormir tapada con cartones en una esquina de pleno invierno. Me niego a dejarme acostumbrar a este paisaje, porque no es normal, no es natural. Que haya tantas pero tantas personas condenadas a la miseria y el hambre, sin trabajo ni opciones ni libertad, no es natural: es consecuencia de un orden establecido, un status quo del que todos somos parte; una ruleta rusa que nos tocó en suerte a nosotros y en desgracia a la gran mayoría. Me sé privilegiada, sin dudas, pues como dice Sabina, "tenemos el lujo de no tener hambre".

Es mi negación a resignarme a esta realidad lo que día a día me empuja a seguir haciendo política. Esta realidad tan cruel me llena de compasión (en el sentido no-latino de la palabra); no puedo ni quiero evitar ponerme en la piel de los chicos descalzos del subte. Hacer oídos sordos, mirar para otro lado, callarse la boca: abandonar los cinco sentidos cada vez que se cruza a un pobre requiere demasiada capacidad de negación para mi persona. No puedo ni quiero hacerme la boluda, quedarme al borde del camino, no meterme en estos asuntos; al contrario. Quiero formar parte de algo más grande de mí, cuyo objetivo sea transformar esta realidad.

Acepten entonces mi definición de política. Sólo la política puede transofrmar la realidad, o mantener el status quo. Sólo mediante la práctica y la participación política puede hacerse algo para vivir en un mundo, o al menos un país, más justo para todos. Sé que a todos esta realidad nos golpea, pero la mayoría decide no entrometerse por no saber qué hacer. Lo que yo creo es que, si cada vez somos más los que nos levantemos contra la injusticia, más difícil será para quienes quieren mantenerla.

Estoy segura de que muchos creerán que yo pienso todo esto porque soy joven, y por lo tanto idealista. Sólo tengo una respuesta para ellos: desacreditarme por mi juventud es como desacreditarme por ser mujer. Negar la gran capacidad creativa y vital que tenemos los jóvenes es una estrategia antigua y oxidada que nos reprime la voluntad. Y yo no voy a dejarme convencer por ellos.


Es mucho más cómodo disfrutar del dulce paseo de la comfort capitalista.
Pero también es mucho más egoísta.

5 comentarios:

Valeria dijo...

Es muy interesante y necesario si vamos al punto útil de la cuestión, que los jóvenes empiecen de una u otra manera a interesarse por la política. Modificar la realidad en la que vivimos pasa por la renovación de los actores políticos que, lamentablemente, son siempre los mismos, física e ideológicamente. Como ciudadana me siento permanentemente defraudada por los dirigentes actuales: todos los pecados capitales por llamarlo de alguna manera, concentrados en un grupo de personas que solo buscan mediante un plan macabro beneficiarse cagándose en el resto. Es indignante.
Pongo fichas, tengo esperanzas en que los nuevos y futuros políticos,hartos de esta desigualdad sociocultural y económica de la cual todos somos víctimas, tengan la intención de modificar la realidad de nuestra sociedad.
Te felicito por esta veta. Como ciudadana es un placer y un respaldo, saber que hay gente joven como vos.

Augusto dijo...

A ver, no me cuesta entender el por qué la gente elige no opinar en el post ya que, principalmente, la gente entiende lo que planteas (y en muchos casos dirán que comparten tu pensamiento) pero eligen no tomar responsabilidad, eligen no querer sentirse incómodas al ver paisajes similares en su vida, eligen el comfort.
Pero hasta que punto esto está "mal"? Hasta que punto se puede culpar a una persona que prefiera en pensar primero solucionar sus problemas antes que solucionar los problemas de la sociedad? Está mal desde el momento en que se pierde el sentido común y la solidaridad (aunque ser solidario siempre debería formar más parte del sentido común mas que mencionarlo como una virtud o cualidad).
Lo cierto es que la gente convirtió esta comformidad en la elección de no leer, ni informarse ni hacer un mero intento de tener un poco de cultura. Hoy en el subte leen un Olé donde sale Fabbiani casándose en la tapa, saben que el 6 de Banfield está mal porque su perro no come y se preocupan por quien eliminan en Tinelli hoy; pero nunca leyeron Goethe ni tienen idea sobre las decisiones que toman las personas que votaron (nunca leyeron sus propuestas tampoco).
Bueno, da para hacer mucha más catársis de mi lado también, ya fue.

Claire Mandarina dijo...

Valeria: Tus palabras finales me conmovieron mucho. Lo cierto es que yo hago la política más despreciada, tanto por otros militantes como por mis compañeros de "territorio", que es la política universitaria. La verdad es que una a veces suda sangre, sudor y lágrimas por estas cosas y nadie lo nota, y si bien no lo hago para que me miren, sí es una alegría cuando alguien reconoce el esfuerzo. Lo que buscamos cambiar es la lógica política, porque sin ese cambio no importa cuántas generaciones pasen, los políticos va a seguir siendo los mismos.

Augusto: A mí la política me apasiona pero entiendo que a mucha gente pueda no interesarle. Yo creo que el desafío está en que no tengas que resignar tu vida para hacer política; bien administradas, dos horas por semana dedicadas a cambiar algo son mucho. Imaginate si todos los que no hacen nada de repente empezaran a hacer algo, aunque sea esas dos horitas... las cosas cambiarían mucho.
El problema, entiendo yo, es que la gente está tan acostumbrada a que las cosas no cambien, que no creen que realmente puedan cambiar. La tarea de los militantes hoy es mostrarle a la sociedad que la política sí puede transformar la realidad, y entonces entusiasmarla a participar.

Gracias a ambos por sus comentarios!!

Anónimo dijo...

Creo que nunca antes me gusto un articulo que hablara sobre politica,
espero que puedas lograrlo Mandarina
por que es cierto que la situacion cada vez esta peor.

Claire Mandarina dijo...

Anónimo: Yo también espero poder lograrlo :)