- Dime si miento, Pepe.
- No sé si mientes, nunca puedo adivinarte.
- Me conoces, cariño. ¿Cuánto mentiría por una cosa así?
- Eres una manipuladora y una muy inteligente, la mentira es una herramienta natural para ti.
- No sabes de lo que hablas. (PAUSA) Una huella.
- ¿De animal?
- De dedos, digital. En el borde del sombrero. No me crees, Pepe.
- No te creo.
- De una gran energía. Una huella verde, brillante, culpable de asesinato.
- Estás loca.
- ¡No lo estoy! Es un delirio. Esa noche caminabas por la calle con el sobrero puesto.
- Son pocos pintores los que usan el verde.
- Verde, huella, sombrero. ¿A dónde nos llevan?
- Aún no sé si estás mintiendo.
- No lo estoy. ¿Lo estaré? Quizás todo sea un sueño.
- Quiero que veas el cadáver.
- ¿Dónde está?
- En el baúl, al lado de los libros.
- Los libros de tu madre.
- Así es.
- ¿Planeas guardarlo ahí mucho tiempo?
- Sólo hasta que empiece a apestar. Después se encargará Harold.
- No puedes resolver nada por ti mismo. Dependes de Harold, de mí, de los libros.
- De ti no dependo. Los libros son mi vida.
- Harold también.
- Tú lo sabes.
- ¿Vas a mostrarme el cadáver?
- Cuando estés lista.
- ¿No lo estoy?
- Me estás mintiendo.
- No lo sé, Pepe. No lo sé.
- Sé que ahora me estás mintiendo. El sombrero, la huella, todo es una excusa.
(PAUSA)
- Es una noche sin viento alguno.
- Diciembre es así, caluroso, letal.
- Quiero ver el cadáver.
- Y yo quiero que lo veas.
(Se levantan y caminan hacia el baúl, al lado de una biblioteca. Pepe levanta la tapa)
- Se ve horrible.
- Yo creo que se ve en paz.
- Pues yo creo que se ve horrible. La muerte no le sienta nada bien. Mira sus cejas, arqueadas, contraídas. Estar muerto le sorprende.
- Supongo que no se la vio venir.
- ¿No piensas cubrirlo con algo?
- La tapa del baúl basta. No creo que tenga frío.
- La muerte es un sitio caluroso.
- ¿Quieres tomar algo?
- Un whisky. Algo fuerte. Nada de esas mariconeadas frutales que tú disfrutas tanto.
- En seguida.
(Pepe se va. Ella vuelve a sentarse. La tapa del baúl ha quedado abierta. El cadáver asoma por el borde. Pepe vuelve con un vaso de whisky y uno de jugo de naranja)
- Aquí tienes.
- Gracias. Sabes, no se lo ve tan mal ahora. El baúl parece una cuna desde aquí.
- Ahora sí que no estás mintiendo.
- Antes tampoco lo estaba, Pepe. Era una huella, era verde, era tu sombrero.
- Deliras. Por sus propios recursos cayó en desgracia y terminó en mi baúl.
- Tú lo mataste.
- Claro que sí.
- Brindo por eso.
(Chocan los vasos y beben. Suena el timbre)
- Es Harold.
- Ve a abrirle.
(Pepe sale. Ella se levanta y va hacia el baúl)
- Solo te quedaste al final. Bien merecido, hijo de puta. No pienso llorarte.
(Se termina el whisky de un trago. Entran Pepe y Harold, quien lleva puestos unos guantes negros, de cuero)