lunes, enero 10, 2011

Dime si miento, Pepe

Ayer comencé un curso de escritura dramática con Diego Salinas. Voy a ir subiendo lo que escribo para los ejercicios al blog, algunos con la consigna, otros sin ella. Disfrútenlo.

- Dime si miento, Pepe.

- No sé si mientes, nunca puedo adivinarte.

- Me conoces, cariño. ¿Cuánto mentiría por una cosa así?

- Eres una manipuladora y una muy inteligente, la mentira es una herramienta natural para ti.

- No sabes de lo que hablas. (PAUSA) Una huella.

- ¿De animal?

- De dedos, digital. En el borde del sombrero. No me crees, Pepe.

- No te creo.

- De una gran energía. Una huella verde, brillante, culpable de asesinato.

- Estás loca.

- ¡No lo estoy! Es un delirio. Esa noche caminabas por la calle con el sobrero puesto.

- Son pocos pintores los que usan el verde.

- Verde, huella, sombrero. ¿A dónde nos llevan?

- Aún no sé si estás mintiendo.

- No lo estoy. ¿Lo estaré? Quizás todo sea un sueño.

- Quiero que veas el cadáver.

- ¿Dónde está?

- En el baúl, al lado de los libros.

- Los libros de tu madre.

- Así es.

- ¿Planeas guardarlo ahí mucho tiempo?

- Sólo hasta que empiece a apestar. Después se encargará Harold.

- No puedes resolver nada por ti mismo. Dependes de Harold, de mí, de los libros.

- De ti no dependo. Los libros son mi vida.

- Harold también.

- Tú lo sabes.

- ¿Vas a mostrarme el cadáver?

- Cuando estés lista.

- ¿No lo estoy?

- Me estás mintiendo.

- No lo sé, Pepe. No lo sé.

- Sé que ahora me estás mintiendo. El sombrero, la huella, todo es una excusa.

(PAUSA)

- Es una noche sin viento alguno.

- Diciembre es así, caluroso, letal.

- Quiero ver el cadáver.

- Y yo quiero que lo veas.

(Se levantan y caminan hacia el baúl, al lado de una biblioteca. Pepe levanta la tapa)

- Se ve horrible.

- Yo creo que se ve en paz.

- Pues yo creo que se ve horrible. La muerte no le sienta nada bien. Mira sus cejas, arqueadas, contraídas. Estar muerto le sorprende.

- Supongo que no se la vio venir.

- ¿No piensas cubrirlo con algo?

- La tapa del baúl basta. No creo que tenga frío.

- La muerte es un sitio caluroso.

- ¿Quieres tomar algo?

- Un whisky. Algo fuerte. Nada de esas mariconeadas frutales que tú disfrutas tanto.

- En seguida.

(Pepe se va. Ella vuelve a sentarse. La tapa del baúl ha quedado abierta. El cadáver asoma por el borde. Pepe vuelve con un vaso de whisky y uno de jugo de naranja)

- Aquí tienes.

- Gracias. Sabes, no se lo ve tan mal ahora. El baúl parece una cuna desde aquí.

- Ahora sí que no estás mintiendo.

- Antes tampoco lo estaba, Pepe. Era una huella, era verde, era tu sombrero.

- Deliras. Por sus propios recursos cayó en desgracia y terminó en mi baúl.

- Tú lo mataste.

- Claro que sí.

- Brindo por eso.

(Chocan los vasos y beben. Suena el timbre)

- Es Harold.

- Ve a abrirle.

(Pepe sale. Ella se levanta y va hacia el baúl)

- Solo te quedaste al final. Bien merecido, hijo de puta. No pienso llorarte.

(Se termina el whisky de un trago. Entran Pepe y Harold, quien lleva puestos unos guantes negros, de cuero)