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domingo, septiembre 20, 2009

La metáfora de Dexter

Cuando era chica, o joven, o más joven que hoy, entendía que el amor se basaba en una transparencia absoluta entre dos personas. Nada que ocultar, nada que mentir: una honestidad al 100% que nos volvía seres sin secretos ni sorpresas. Para mí, quererse era eso: una absoluta confianza, una certeza. Una verdad.

Ayer terminé de ver la primera temporada de DEXTER, la serie protagonizada por el glorioso Michael C. Hall (que también hizo de David Fisher en la fantástica Six Feet Under). Como muchos de ustedes ya sabrán, la historia de Dexter se centra en su doble vida: para todo el mundo, es un especialista en manchas de sangre, y trabaja en el departamento de homicidios de la policía de Miami. Pero para sí mismo, y para sus víctimas que nunca volverán a hablar, Dexter es un serial killer extremadamente prolijo e inteligente, cuyos asesinatos nunca salen a la luz del sol.

El gran nudo de la serie es cómo logra Dexter vi
vir una vida construída sobre mentiras y apariencias que protegen su verdadero yo. Dexter es un monstruo enmascarado que oculta en su interior una realidad inconfesable. Sabe que no puede contarselo a nadie, absolutamente a nadie, porque su verdad interna es tan terrible y abominable que nunca nadie podrá entenderlo, aceptarlo, amarlo por cómo él es en verdad. Entonces, aparenta. Aparenta sonrisas en las fotos familiares, aparenta sentimientos por su novia Rita y su hermana adoptiva Debra, aparenta ser normal cuando en realidad no lo es.

A primera vista la forma de vida de Dexter parece asfixiante. ¿Cómo es posible vivir aparentando? ¿Cómo puede sobrevivirse una vida de máscaras constantes y secretos irrevelables? Dexter dice sentirse un mero espectador de su vida cuando se encuentra rodeado de personas, alguien que ve como otro vive con su cuerpo y su nombre.

Mientras terminaba de ver el último capítulo, acariciaba el pecho de mi novio, dormido sobre el sofá. Lo veía dormir, lo sentía dormir: su piel viva, tibia, que lo recubre; su pecho inflándose de aire, mantenién
dolo con vida; sus ojos cerrados, abiertos en el sueño. Y pensé en todo lo que nos acerca, lo que nos mantiene juntos, y también en lo que nos mantiene separados, individualizados. Nuestro amor no es el que creía cuando era chica, no: tenemos secretos, pasados, nervios internos que no son aptos para compartir. ¿Acaso esto implica que nos queremos menos, que nuestro amor es una apariencia, o que es menos verdadero?

Comprendí que no. La definición del amor que
tenía es de niña, de joven, de inexperimentada. El amor toma diferentes formas según la persona, pero también según los años. Nuestras formas de amar cambian con nosotros. Y esto me lo enseñó Dexter. La forma de vida de Dexter es una metáfora para todas las formas de vida. Todos somos Dexter. We all have our secrets. Vvimos nuestras vidas tras las fronteras infranqueables de nuestra propia piel, nuestro campo AT. Hay asuntos que nunca nadie logrará siquiera sospechar de nosotros mismos. Secretos, pudores, mentiras: no importa de qué se traten, son sólo propios. Y eso no es engañar, ni ocultarse; eso es comprender una verdad universal para aceptarnos a nosotros mismos y aceptar a los demás. Para mejorar nuestros vínculos y, a la vez, ser más independientes.