jueves, mayo 20, 2010

Escribir por escribir

Pienso en escribir algo que me saque de encima algunas molestas diurnas. Encontrar en las palabras el caño de escape a las incomodidades, los malentendidos, las peleas absurdas. Exorcizar celos sin pedir disculpas. Tomarme un tequila de un tirón tipeando sin mirar la pantalla, sin chequear chats, actualizar Twitter ni chusmear Facebook. Aprovechar este torrente que me empuja de nuevo a este humilde y abandonado espacio, a esta sana costumbre que tenía de escribir.

Hoy, o ayer, recordé que este era un espacio terapéutico, donde volcaba ideas y sentimientos sin miradas inquisidoras. Recordé cuando no buscaba el comentario o la lectura. Escribir por escribir, no para ser leído. Escribir porque no puedo evitarlo, porque lo disfruto, porque me construye.

Pienso demasiado las cosas. Todo el tiempo. Pero todo, eh? Constantemente midiendo, escuchando, intentando hacer o decir lo correcto y lo indicado. Creando la ilusión de que puedo controlarlo todo, una vez identificado. Y me doy cuenta de que no. Identificar, o creer que identifiqué, las personas y los hechos, no asegura una buena respuesta de mi parte.

Estoy cansada del racionalismo. De pensar constantemente. Quiero dejar de estar tan atenta, tan preocupada, tan encendida. Antes creía que ésta era la forma correcta de vivir, que reducía al mínimo los daños. Me doy cuenta de que no. Causo daños igual, involuntariamente. La gente se equivoca. Yo me equivoco. ¿Qué puedo hacer entonces?

Dedicarme con alegría y entusiasmo a las cosas que me hacen bien. Sacar energía de las cosas que me hacen mal. Dejar de preocuparme por ser correspondida. Dejar de torturarme con los espejos. ¿Podré lograrlo? Difícil. Dejar de pensar es dejar de ser como siempre fui. Pero bueno, no sé. Al menos aliviarlo.


Relax, Mandarina. Eres demasiado joven para vivir con arrugas de preocupación.