Mamá Mandarina me despertó este domingo, me deseó feliz día del niño
(no puedo creer que todavía alguien me desee feliz día del niño) y me invitó, como regalo, a comer a
Lotus Neo Thai, un nuevo local de comida tailandesa en mi barrio, Belgrano Chico y Chino.
En principio, llegamos y sólo había disponible una mesa bajita para sentarse en el piso con unos almohadones (como comemos mi vieja y yo frente a la tele). Bue, ponele que me la banco porque es
re onda thai comer en el piso. Dejémonos llevar por la decoración oriental-palermitana y aceptemos las reglas del juego.
Pedimos dos menúes
(o menuses) de mediodía, esto era: entrada, plato principal, postre o café y copa de vino o vaso de té rojo. Como no somos muy alcohólicas las dos nos decidimos por el té rojo, bebida que detesté apenas la probé (por qué carajo le ponen especias a las bebidas? queda
más oriental?). Arrancamos mal.
Se supone que lo bueno de pedir el "menú del día" en los restoranes es que sale rápido. Esto no lo digo yo, lo dice cualquiera. Es así en todos lados. Menos en Lotus.
Nos traen, en vez de pan, unas pastas de camarones que cualquiera que viva en el barrio chino sabe comprar y consumir. Las devoramos en cinco minutos. Y entonces comenzó la enorme espera.
Se las resumo: estuvieron 40' para traer las entradas. Sí, leyeron bien:
sólo las entradas. Que eran tres empanaditas chinas pedorras fritas y tres pedacitos de pollo (
crudos). Bien. Si habíamos arrancado mal, ahora estábamos como el orto.
A todo esto, los mozos eran tres hippies roñosos con zapatillas sucias y ropa de bambula que no tenían ningún tipo de sincronización. Nos atendieron los tres en diferentes momentos, no nos trajeron el agua mineral que les pedimos, se sacaban los mocos en frente a la cocina
(bueno, eso quizás no, pero sigo enojada).
A los 50' yo ya había salido, me había fumado un pucho, le había hecho prometer a la moza que si no venía en 5' nos íbamos al carajo y había logrado poner nerviosa hasta a mi mamá. Finalmente, cuando decidimos irnos
sin que nos hubieran servido, salieron los platos. Así que bue, ya fue, comamos...
...horrible.
A ver, yo no soy asquerosita: me banco comer comidas locas y extrañas, hacer turismo guiri-culinario y me encanta ver los programas de mi vecina Narda Lepes viajando por el mundo y comiendo cualquier porquería. Pero hay cosas que en un restorán, sirvan la comida que sirvan, no se deben hacer. Y una de ellas es que los ingredientes deben estar detallados en el menú. Por ejemplo, si yo pido
pollo al curry con leche de coco, no podés traerme pollo
picante al curry con
jengibre,
mango (wtf?) y leche de coco. Porque a mí no me gusta el picane, y simplemente
detesto el jengibre. Mismo caso para lo que pidió
Mamá Mandarina: los
hongos saltados con verdura del menú en realidad eran
verdura con hongos saltadas con brotes de soja, y mi vieja detesta los brotes de soja (dice que es como comer papel), tanto como yo el jengibre. La verdad sea dicha: su plato con nombre rococó era en realidad una pequeña y variada ensalada salteada con salsa tamarinda que incluía ingredientes tan orientales como brócoli, coliflor y tomatitos cherry (wtf?).
Lo único bueno de la comida fue el cuenquito de arroz hecho en vaporera que nos trajeron para acompañar.
Por supuesto, terminamos de comer y huimos raudamente. No fuera cosa de que por esperar el café (que seguro venía frío) ya me empezaran a salir canas. ¿Que cuánto nos salió el mal trago? Nada, tranquilos: sólo $96.-!!!
Conclusión: Lotus se ve divino, tiene una ambientación linda (aunque un poco oscura) y sabe venderse bien. Pero el servicio, la comida y sobre todo el precio
apestan. Porque, como ya lo dijo la sabiduría popular, las apariencias engañan.
Foto de mi pollo con curry, jengibre y mango con el té rojo. Por más divino que se vea, no lo olviden: en el mismo barrio por $96.- se clavan terrible parrillada uruguaya con un tinto exquisito en
El Pobre Luis.