sábado, julio 11, 2009

Mediodía dormido

Viajar siempre me trae momentos de incertidumbre y aventura. Son instantes, tardes, horas en las que los planes juegan a la escondida con una, y no nos queda más remedio que imporovisar.

Suelo pasear por estos laberintos vacíos al menos una vez por viaje, y siempre me entusiasman. La idea de estar completamente libre de restricciones, de poder dirigirme hacia donde quiera, como quiera y tardando cuanto quiera me produce mucha paz y sentido de la aventura. Por lo general, me decido por ponerme a caminar aleatoriamente, doblando en esquinas con cara hospitalaria o deteniéndome a fumar un cigarrillo en un cuadradito de sol que se hizo su paso hasta el banco de una plaza.

Hoy, ahora, vuelvo a encontrarme en un mediodía dormido, desplaneado, sin metas, caminos ni intenciones. Un puñado de amistades desparramadas por Córdoba aún abrazan las sábanas de resaca de sábado a la mañana y se resisten a responder mensajes tímidos y sociales de una madrugadora por obligación. Además, el frío es penetrante. Tuve la excelente puntería de caer a esta ciudad en la semana más fría del año. Afortunadamente me traje abrigo acolchado y guantes verdes, pero los paseos están bastante limitados por la voluntad climática.

Mi tarde perfila misteriosa y solitaria por ahora. Asumo que a medida que el Sol siga acercándose a su posición más alta mis relaciones cordobesas irán bostezando y limpiando la arena de sus ojos, y quizás, con algo de suerte, tengan algunos centavos de crédito olvidados en el celular que les permita contactarse conmigo. Hasta entonces, planeo disfrutar del solcito del mediodía, quizás almorzar algo, y seguir investigando qué sorpresas tendrá ocultada mi tarde cordobesa. Estoy segura que van a valer la pena.

1 comentario:

Karenvon dijo...

No hay nada mejor que caminar sin rumbo y disfrutar el solcito de medio día...

Saludos!